La Amazonía brasileña está viviendo una de las peores crisis hídricas de su historia reciente. Un nuevo informe de Greenpeace revela que los niveles de agua en los principales ríos de la cuenca amazónica han alcanzado mínimos históricos, en gran parte como consecuencia de una sequía severa que ha afectado a gran parte de Brasil durante 2024. Las mediciones realizadas el pasado miércoles en 23 estaciones de control sobre diez de los ríos más importantes de la región indican que en 15 de ellas los niveles de agua han caído a su punto más bajo jamás registrado. Las otras ocho estaciones también muestran niveles considerablemente por debajo del promedio para esta época del año.

El río Amazonas, el sistema fluvial más grande del mundo, ha sido uno de los más afectados, con mediciones en las localidades de Itacoatiara y Parintins que confirman sus niveles más bajos en décadas. Otros grandes ríos amazónicos, como el Solimões y el Negro, también han sufrido descensos significativos. El nivel del río Negro en Manaos, la capital del estado de Amazonas, cayó a 12,11 metros el pasado miércoles, superando el récord negativo registrado el año anterior. El Solimões, por su parte, registró sus niveles más bajos en zonas clave como Tabatinga, Coari y Manacapuru, lo que agrava la situación de la población que depende de estos ríos para su transporte y abastecimiento.
Impacto en la región amazónica y en las comunidades locales
La fuerte reducción en el caudal de estos ríos no solo afecta a los ecosistemas locales, sino que también pone en riesgo a numerosas comunidades que dependen del transporte fluvial como su principal medio de comunicación y suministro. Las regiones a lo largo del Amazonas y sus afluentes han quedado virtualmente aisladas, ya que muchos de los barcos y embarcaciones que transportan alimentos, medicinas y otros bienes esenciales no pueden navegar por ríos que han visto drásticamente reducido su caudal.
Este fenómeno ha tenido un impacto particular en la ciudad de Manaos, donde el nivel del río Negro ha registrado un descenso histórico, afectando tanto a los habitantes como a la fauna y flora de la región. Las sequías están exacerbando problemas ya existentes en la Amazonía, donde el cambio climático, la deforestación y la expansión agrícola continúan aumentando la presión sobre los recursos naturales.
Un ciclo de sequías cada vez más severo
Rómulo Batista, portavoz de Greenpeace en Brasil, ha señalado que la sequía de 2024 es más severa y extensa que la experimentada en 2023, la cual ya había sido catalogada como la peor en mucho tiempo. Muchos ríos de la región amazónica aún no se habían recuperado de la sequía del año pasado cuando fueron golpeados por una crisis hídrica aún más intensa este año.
La combinación de la actividad humana y los fenómenos climáticos, como la transición de El Niño a La Niña, ha contribuido a esta situación crítica. Según los expertos, el calentamiento global ha intensificado los patrones climáticos extremos, acelerando las sequías y aumentando la frecuencia de tormentas severas en otras regiones. Este escenario está afectando profundamente a la cuenca amazónica, que alberga la mayor reserva de agua dulce del mundo.
El impacto del cambio climático en la mayor cuenca de agua dulce del planeta
Brasil, que cuenta con el 20% de los recursos hídricos del planeta, enfrenta un desafío sin precedentes para preservar su riqueza natural. Los efectos de esta sequía extrema se extienden a lo largo del 58% del territorio brasileño, y aproximadamente el 20% del país sufre una sequía extrema, según el Centro Nacional de Alertas de Desastres Naturales.
Además de la disminución de los niveles de agua en los ríos, esta situación está afectando la agricultura, el suministro de agua potable y el bienestar general de las comunidades rurales, que dependen en gran medida de los recursos hídricos de la Amazonía. En ciudades como Manaos, el transporte fluvial ha disminuido drásticamente, y el suministro de alimentos y otros productos esenciales se ha visto interrumpido.
Perspectivas futuras y soluciones necesarias
La OMM ha advertido que los efectos del cambio climático seguirán intensificando estos fenómenos, por lo que es esencial implementar medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger los ecosistemas fluviales. El portavoz de Greenpeace señaló que el agua es un indicador clave del impacto del cambio climático en la región amazónica y que las condiciones meteorológicas se han vuelto más erráticas e impredecibles, con fluctuaciones extremas entre sequías e inundaciones.
A medida que las sequías continúan afectando a Brasil, la comunidad internacional y el gobierno brasileño deben centrarse en soluciones que promuevan la resiliencia climática en la Amazonía, así como en la protección y restauración de los ecosistemas vitales que regulan el ciclo del agua. La preservación de la Amazonía es crucial no solo para Brasil, sino para todo el planeta, ya que este ecosistema juega un papel clave en la regulación del clima global y el equilibrio de los recursos hídricos.
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