En 2024, España se enfrenta a un escenario hídrico desafiante, marcado por un importante contraste entre el norte, con embalses controlados, y las zonas este y sur, donde la sequía amenaza el suministro de agua.
Desde finales de 2022, Cataluña ha estado lidiando con niveles críticos en sus embalses, al borde de una emergencia por sequía. Simultáneamente, en Andalucía, clama por un plan nacional contra la sequía, dada la persistente escasez de agua. Esta situación contrasta drásticamente con la del norte, donde regiones como el Cantábrico Oriental y Occidental y el Tajo disfrutan de una situación hídrica favorable, con el Tajo mostrando un 69,6% de capacidad.
A nivel nacional, siete cuencas hidrográficas, incluyendo Galicia Costa, Cantábrico Oriental y Occidental, y el Tajo, superan la media de acumulación de agua de los últimos diez años. Estas zonas, en el norte y centro peninsular, destacan por su saludable capacidad de embalse.
Sin embargo, la otra cara de la moneda la representan nueve cuencas, como el Ebro, Guadalquivir, y Segura, con niveles de agua por debajo de la media, evidenciando la grave situación de sequía.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), la reserva hídrica nacional se sitúa en un 50,5% de su capacidad total, un incremento reciente gracias a las lluvias, pero aún insuficiente en comparación con las medias de los últimos cinco y diez años. En particular, los embalses de uso consuntivo, destinados al consumo humano y la agricultura, muestran un preocupante 38,4% de llenado, evidenciando la delicada situación hídrica del país.
En resumen, mientras algunas regiones de España disfrutan de una situación hídrica relativamente saludable, otras se enfrentan a una creciente crisis de sequía. Esta disparidad pone de manifiesto la necesidad urgente de adoptar estrategias hídricas sostenibles y adaptativas en todo el país, especialmente frente al cambiante panorama del cambio climático.
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